sábado, 2 de febrero de 2013

Que la fuerza les acompañe MIR

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Como estudiante de medicina, he sufrido de primera mano lo arduo de este camino. Jornadas intensas de estudio y aislamiento social, resultados que no concuerdan con el tiempo invertido, asignaturas que se atragantan, situaciones psicológicamente crudas en prácticas, enfermedades, síndromes, signos patognomónicos, fármacos, diagnósticos diferenciales...

En esta carrera que amamos como buenos masoquistas, poco nos es regalado, pero con el paso de los años, se ve la luz al final del túnel. Las asignaturas se van superando, tarde o temprano, y te encuentras al borde del fin, con la gran prueba de salto que supone el examen MIR.

Hoy yo no tengo que enfrentarme al que probablemente sea el mayor reto de nuestra vida universitaria. Pero muchos con los que he compartido penurias de médico en potencia sí. Y sobre todo, una de las personas que más me importan en el mundo, aquella a la que quiero a mi lado toda la vida. 

En a penas una hora y media, estará vertiendo todo su trabajo sobre un papel. Le he deseado suerte, pero creo que no la necesita. Tengo un buen presentimiento, pero debo reconocer que estoy nerviosa, aunque esto no se lo he dicho, por supuesto.

Pase lo que pase, he visto lo sufrido de su trabajo durante estos últimos meses. Me sentiría igual de orgullosa si sacase un 100 que si sacase un 10000 (aunque sabemos que eso no va a ocurrir). 

Mucha suerte a todos los que hoy se enfrentan a lo mismo. A mí ya me tocará.